SEXO Y TEMPERAMENTO. MARGARET MEAD. EDITORIAL PAIDOS. BUENOS AIRES. 1961. TITULO DEL ORIGINAL EN INGLES: SEX AND TEMPERAMENT IN THREE PRMITIVE SOCIETIES. 250 PÁGINAS.
Una vida diversa, que se salía de lo común, de la heterogeneidad como lo hicieron sus investigaciones, es la de la gran autora Margaret Mead. Mujer considerada uno de los pilares de la antropología cultural, siendo una de las primeras en establecer las características sociales y culturales relacionadas con los sexos. Aunque murió en 1978, sus investigaciones brindaron y aún brindan aportes no solo a la antropología sino a las ciencias sociales y humanas en general.
Estadounidense, nacida en Filadelfia, en el año de 1901, hija de padres relacionados con las ciencias sociales, intelectuales y agnósticos, que la influenciaron desde su niñez, abriéndole espacio para que se introdujera en la escritura (diario) desde los nueve años de edad y para que reconociera su temperamento firme y audaz que la caracterizaba; inicio sus estudios de Psicología y Antropología en la Universidad de Columbia, a sus 23 años, obtuvo una beca que le permitió iniciar sus investigaciones como etnóloga en Samoa; allí durante 9 meses estudio la vida de los adolescentes, obteniendo bases para publicar su primer libro: Coming of Age in Samoa A Psychologial Study of Primitive Youth of Wetern Civilizatión (1928), de donde obtuvo su primera hipótesis, acerca del determinismo cultural, con la intención de rebatir las teorías reconocidas en la época, que entrelazaban comportamientos con temperamento -o personalidad-. Siguiendo por esta misma línea de investigación se encuentran dos libros más, el primero publicado tan solo dos años después Growin up in Guinea a comparative stude of primitive education, y el segundo (publicado en su primera edición en 1935) del cual se ocupa esta reseña, fruto del trabajo en campo de 2 años, texto que constituyó bases fundamentales en las teorías antropológicas basadas en la gestación y el concepto de genero y en las teorías psicológicas y educativas.
Para el año de 1926 fue nombrada conservadora ayudante del Museo Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva York y en 1964, ascendió a conservadora. Asumió el cargo de directora de investigación de culturas contemporáneas en la Universidad de Columbia 1948 - 1950 y el de profesora adjunta de antropología a partir de 1954. En septiembre de 1969 fue nombrada profesora titular y directora del departamento de Ciencias Sociales en la Facultad de Artes Liberales de la Universidad de Fordham en el Lincoln Center de Nueva York.
Tras tener una vida laboral y personal agitada pero entregada en todo lo que hacia, Margaret Mead murió en la ciudad de Nueva York a la edad de 76 años, después de haberse casado tres veces, tener una hija con su tercer esposo, haberse separado para reivindicar la posibilidad de mantener amores apasionados y libres, alternándose entre amantes ocasionales hombres y mujeres, contra la idea dominante en la sociedad occidental del matrimonio monógamo. Así, esta mujer de vida apasionada en lo personal y lo profesional dejo un legado básico para las ciencias humanas y sociales#.
Uno de estos textos fundamentales como se nombro anteriormente, es “sexo y temperamento en tres sociedades primitivas”, publicado por primera vez en 1935, y luego en 1961, donde la autora a partir del estudio comparativo del comportamiento sexual de tres comunidades primitivas de Nueva Guinea propone su tesis acerca de las diferencias entre los sexos. Margaret Mead analiza en esta obra clásica la forma en que estas tres sociedades, han agrupado sus actitudes sociales, hacia el temperamento en relación a las diferencias de sexo. Examina la forma en que cada uno de estas poblaciones asume conciente o inconcientemente el tema de las diferencias sexuales, demostrando que cada una de ellas lo había desarrollado de distinta manera.
Expone así en tres capítulos cada una de las sociedades estudiadas y analizadas en profundidad, sin que parezcan por ello independientes, pues a lo largo del texto va relacionando las características fundamentales de estas sociedades, no solo las creencias culturales como ceremonias, costumbres, simbología, pautas de crianza, de educación, alimentación, trabajo, etc, sino que introduce al lector de forma detallada en un espacio geográfico que permite ubicarse imaginariamente dentro de cada comunidad y conocer detalladamente el ambiente en que se encontró cada población al momento de la investigación y la relación o no relación existente entre las tres poblaciones primitivas. En cada uno de estos capítulos la autora realiza subdivisiones que permiten al lector entender el proceso de cada una de las tribus analizadas e incluye procesos desde el embarazo, niñez, adolescencia y matrimonio, entremezclando dentro de estos, las características que permiten reconocer la influencia de la cultura sobre el comportamiento humano y sobre los sexos. Además resalta los -inadaptados- de cada una de estas sociedades primitivas, analizando igualmente su posición. Estas observaciones y comparaciones extraídas de un detallado y dedicado trabajo etnográfico le permitieron a la autora analizar las relaciones entre personalidad y cultura, demostrando que los rasgos Psicológicos que se consideraban propios del temperamento y adheridos a un sexo y a una cuestión biológica, son demarcados realmente por las estructuras culturales en las cuales se encuentra inmerso cada ser humano.
Para realizar dicha investigación la autora tomó como unidad de análisis tres tribus al azar, que en la medida de lo posible no hubiesen sido intervenidas anteriormente y que conservaran características esenciales de su cultura y su lengua. Para ello se basó en información y mapas de otros etnólogos que habían estado en la zona con anterioridad. Su propósito investigativo consistió como lo manifiesta ella misma en “descubrir en que medida las diferencias temperamentales entre los sexos eran innatas o hasta que punto estaban determinadas culturalmente, y además investigar en detalle los mecanismos educacionales en sus conexiones con estas diferencias”#. Objetivo que se ve cumplido a través de la lectura del texto, especialmente en las conclusiones que expone la autora, donde manifiesta su punto de vista basado en hechos comprobables bajo su investigación.
La primera de estas tribus analizadas por Margaret Mead fue los Arapesh. Esta población ubicada en Nueva Guinea, se divide en tres comunidades, los de la playa, los de la llanura y los de la montaña, fueron estos últimos, en quienes concentró su atención la autora. Por su ubicación geográfica a diferencia de las otras dos comunidades Arapesh, la población de la montaña es la que posee mayores desventajas agrícolas con una tierra infértil y por lo tanto menos comida, menos posibilidad de caza, y menos posibilidad de comerciar; sin embargo los caracteriza su hospitalidad, siendo esta su mayor motivación para vivir y la cooperación y la sociabilidad de gran importancia para su existir.
Sin una organización política, ni lideres voluntarios, ni reglas sociales fijas o arbitrarias, trabajan en grupos sobre una huerta comunalmente, siendo uno el anfitrión y los demás los invitados. Igualmente realizan cooperativamente la caza, la construcción de viviendas, se comparten las cosechas. Trabajan todos para todos, prefiriendo laborar en los proyectos iniciados por los demás. No teniendo sentido de propiedad.
Su principal objetivo es “criar hijos y plantar cocoteros suficientes para mantenerlos mientras vivan”#. La autora considera que a esta tarea -maternal- se unen tanto hombres como mujeres con igual intensidad y entusiasmo. Los niños son el centro de atención, bajo una educación sentimental y cuidadosa se guía al niño para que tome confianza y seguridad, sea bondadoso y hospitalario, siendo esto lo más importante. Por este motivo, procesos como el destete se realizan con detallado cuidado en esta comunidad. Y aunque se presente lo que se llamaría en la sociedad occidental -la división del trabajo- labores domésticas para las mujeres y de proveedor para el hombre, la autora resalta que en la labor del cuidado de los niños participan ambos con igual responsabilidad. Para los Arapesh no existe afán para que el niño crezca rápidamente y no se estimula la competencia entre estos. Desde los cinco años, los niños se comprometen, la esposa desde niña crece en la familia del que será su esposo, quien al ser adolescente trabaja para ella. Logrando que en el matrimonio como en el resto de su vida, no se presenten sobresaltos que alteren su seguridad emocional.
Bajo estos parámetros los niños a los siete años, se presentan felices, seguros y confiados, expresan la ternura con facilidad, no presentan episodios de agresividad, muestran respeto por la propiedad y sentimientos de afectividad hacia el otro. Siendo estos últimos algunos de los motivos para que la violencia no haga parte de la vida de los Arapesh, por un lado porque no se presenta cotidianamente, y por otro porque cuando se da esporádicamente no es reconocida como tal. “En esta sociedad ajena a la violencia, donde se supone a todos los hombres pacíficos y cooperativos y sorprende aquel que no lo es, no existen sanciones para aplicar al hombre violento”#. Las disputas inician con conversaciones coléricas, pero bajo la escucha y la excusa, y si se sobrepasa esto, se llega a un lanzamiento de un hacha que se hará con sumo cuidado para no lastimar al contrincante.
De lo anterior, la autora resalta entre otros aspectos, que el niño Arapesch tiene características maternales no solo por imitación, sino por la experiencia durante la infancia a la que es sometido: una niñez en la que se evita el dolor, no se le presiona, se le protege, se le brinda afectividad, y se le va introduciendo en procesos poco a poco, sin causarle impactos emocionales, proyecta a un hombre adulto sensible capaz de llorar ante una acusación considerada injusta. De esta forma la autora relaciona directamente el aspecto educacional con el cultural.
Al pasar al proceso de matrimonio en los Arapesh la autora relaciona este sistema con la organización estructural de esta sociedad, donde la niña-esposa es elegida por el padre del niño-esposo, eligiendo así, a la vez, cuñados para su hijo, tíos maternos para sus nietos y la posibilidad de mejorar su circulo familiar. Sin embargo, la autora resalta que a diferencia de otras poblaciones indígenas, los Arapesh no establecen con claridad la diferencia entre la relación consanguínea y la del matrimonio. Este aspecto igualmente se relaciona con la explicación que extrae la autora directamente de la tribu, acerca del incesto “los Arapesh no contemplan el incesto como una tentación repulsiva y horrorosa, sino que les parece una estúpida negación de las alegrías que se experimentan al aumentar, por medio del matrimonio, el número de personas a la que se puede amar y en las que es posible confiar”#.
Para los Arapesch no es concebible la idea de que los sexos mantengan diferencias en su temperamento, para ellos tanto la mujer como el hombre deben ser cooperativos y pacíficos.
A varios kilómetros de distancia de esta comunidad se encuentra la segunda tribu analizada por la autora, los mundugumor, quienes ya no son apacibles, sino por el contrario presentan un carácter áspero y violento. Están ubicados geográficamente a orillas de uno de los ríos de Nueva Guinea, cazadores de cabeza hasta poco antes de iniciada la investigación por Margaret Mead. Cuentan con una tierra fértil, lo que los lleva a que el sentido económico no sea motivo de disgusto, como si los son las mujeres. Son reconocidos como guerreros y cazadores. Su temperamento presenta carácter violento tanto en hombres como en mujeres. El instinto materno no caracteriza a la mujer mundugumor, sus hijos son tratados con rudeza, no es sensible ante su llanto. Para la autora, las características rudas de las mujeres podrían ser consideradas en la sociedad occidental como masculinas y no como femeninas.
Entre los hombres persiste un sentimiento de desconfianza, los niños se educan de tal forma que se sienten incómodos ante los mayores, fomentan por convencimiento entre los miembros de un mismo sexo la incompatibilidad y solo es posible la relación por medio del sexo opuesto.
Explica la autora que la estructura básica del parentesco se llama rope, y es allí donde se presentan mayores intrigas y desacuerdos. “Un rope esta compuesto por un hombre, sus hijas, los hijos de sus hijas, las hijas de los hijos de sus hijas” “toda propiedad, con excepción de la tierra, la cual es fértil y poco cotizada, se transmite con el rope, aun las armas pasan de padre a hija”#. Anundado este aspecto al rito del casamiento que lleva a que las familias se odien. En los mundugumor se cambia una hermana por una novia, llevando a que entre hermanos se presente rivalidad por las hermanas, a la vez que entre padres e hijos persista igual desavenencia pues el más ferviente deseo es lograr cambiar a la hermana o a la hija por una o más esposas. De esta forma en cada vivienda de los mundugumor existe una esposa inconforme y unos hijos agresivos que reclaman a sus hermanas como posesión única para el cambio y posibilidad de una esposa.
En este sentido la autora relaciona que como el numero de sexos no es equitativo hay disputas entre los hermanos por las hermanas para intercambiar, acentuando aun mas la violencia entre los hombres, especialmente entre padre e hijo, porque ambos tienen el mismo derecho. Mientras la madres esperan que su hija sea canjeada por un hijo, con el fin de que su esposo no la canjee por otra esposa (rival) pues es muy posible que esto suceda ya sea por que significa mas riqueza y poder como fuerza de trabajo o por sentirse más joven y menos agredido por sus hijos.
Es este uno de los motivos por el cual un embarazo es recibido con disgusto, donde el padre solo quiere hijas y la madre solo hijos, cada uno con la intención de ampliar su rope. Desde el momento del embarazo se inician graves conflictos entre los padres, pues una mujer en gestación, hiere a su esposo si no es una hija, pues al nacer varón, nace un rival y enemigo para el padre sintiéndose cada día en constante decadencia, además de que se ven afectadas las relaciones sexuales de la pareja. Relaciona así la autora que contrario a la primera tribu que investigo (los Arapesh), donde se valora y se cuidan con esmero los niños, en los Mundugumor, es motivo de molestia, el llanto no sensibiliza a las mujeres, la lactancia se ofrece bajo el enojo y la lucha, el destete esta acompañado de insultos y en general todo lo relacionado con la crianza causa incomodidades, dadas estas condiciones solo sobreviven los niños mas fuertes.
En la comunidad Mundugumor, se prepara y se educa para la rivalidad y la riña, ya sea entre hermanos, padre e hijos, esposa y esposo. Llevando a que tanto los hombres como las mujeres presenten características agresivas, sean celosos, competitivos y violentos. Las niñas desde muy pequeñas se reconocen así mismas como motivo de las peleas, son vistas como única esperanza para los hombres para adquirir poder, pues del número de esposas depende su riqueza dado que ellas representan valor económico para él por medio de su trabajo.
Luego de conocer estas características tan diversas de los Mundugumor, la autora manifiesta que “no existe ninguna teoría que afirme la existencia de distinto temperamento en hombres y mujeres” Se cree que ellas son igualmente violentas, agresivas y celosas que los hombres. “la sociedad esta construida de modo que los hombres peleen por las mujeres, y las mujeres eludan y desafíen, complicando esta lucha tanto como pueda”#. Así cada uno desde su sexo, ofrece un temperamento fuerte y violento, sin que se llegue a diferenciar claramente uno del otro.
La ultima comunidad que ocupa la investigación de Margaret Maad es la de Tchambuli, esta tribu se encuentra ubicada en las márgenes de un lago facilitándole la pesca y el comercio y al igual que las anteriores se encuentra en Nueva Guinea. Se caracteriza por su vocación artística, invierten gran parte de sus vida a la preparación de danzas, ceremonias que incluyen pintura, vestuario y música. La abundancia de víveres, gracias a su ubicación geográfica les permite almacenar alimentos y poder así dedicar mayor tiempo al espacio artístico del que gozan todos.
Para la realización de diferentes danzas y ceremonias artísticas, se reúnen grupos que cambian constantemente debido al aspecto sensible y celosos que se presenta especialmente entre los hombres, quienes son los encargados de la mayor parte de la preparación de estos eventos. Mientras los hombres realizan los respectivos preparativos, las mujeres Tchambulis, son quienes buscan el sustento, especialmente por medio de la pesca, el tejido, el comercio, para luego disfrutar sin molestia alguna de los eventos artísticos preparados por los hombres quienes viven para presentar el espectáculo organizado para ellas. En apariencia es el hombre quien controla las propiedades, pero por lo general debe contar con el consentimiento de su esposa ante cualquier decisión.
Contrario a los hombres donde se presentan envidia y desconfianza, las mujeres trabajan y disfrutan de la comadrería en grupos, se reúnen en la mitad de la habitación, relegando no intencionalmente a los hombres hacia los extremos, llevándolos a preferir refugiarse en las -casa de los hombres- donde preparan comida, recogen leña y viven como solteros pero con sentimientos de envidia y hostilidad entre los de su genero, presentándose frecuentes discusiones y peleas.
En lo que respecta a la relación matrimonial, para el hombre Tchambuli “no hay separaciones entre las mujeres de su propia sangre y la esposa con la cual se casa, pues se une a la hija de uno de los hermanastros o primos de su madre“#. Para esto el padre da en nombre del pequeño regalos para la pretensión sobre una mujer del clan de su madre, de esta forma un clan esta unido a otro clan de generación en generación. La organización de los Tchambuli, es patrilineal, un hombre compra a su esposa y se presenta la poligamia y aunque por ello el hombre Tchambuli, se considere el jefe de hogar y propietario de su mujer, es ella la que toma la iniciativa y las decisiones económicas de la familia. El poder real reside en la mujer y este es ejercido suave y tranquilamente, hasta pasar desapercibido.
En lo que respecta al rol materno y al tipo de educación que se infunde en esa población, la autora describe que este rol es ejercido por la mujer, brindando protección, alimento, compañía, pero no de un modo detallado, más bien libre y espontáneo. A los siete años, el niño se encuentra en medio de dudas y vergüenzas, por un lado es rechazado en las ceremonias de los hombre por ser menor, y por otro, es humillado por aquellos jóvenes algo mayores que él. Entre los ocho y doce años, será -escarificado-, con motivo de su iniciación, donde se sentirá ajeno al proceso, pues no es incluido en nada. Relaciona así la autora el aspecto educacional haciendo énfasis en el hecho de que a los seis o siete años, la niña es preparada para llevar a cabo sus labores, mientras el niño no es capacitado para el desempeño de su papel, se encuentra en medio de la nada, es muy grande para estar con las mujeres y muy pequeño para estar con los hombres, sintiéndose excluido por tres o cuatro años, tiempo que dura este proceso. De lo que la autora deduce que “los niñitos adquieren un ceño y un resentimiento que nunca los abandonan por completo, y llegan a ser los típicos hombre Tchambuli”#, mientras que la niña es preparada de forma más pausada y confiada para ejercer su papel junto a las demás mujeres de la comunidad.
Para la autora, en esta sociedad, contrario a las dos analizadas anteriormente en su investigación, los temperamentos de los sexos se oponen y complementan, los dos trabajan en sus proyectos sin fines personales, se observa la cooperación. La mujer trabaja y gracias a la moneda recibida por su labor, es posible que el hombre lleve a cabo su danza, así la mujer aporta para que la danza se lleve a cabo y el hombre simplemente la hace.
Tras reconocer estas características la autora considera que mientras la mujer Tchambuli, posee un temperamento dominador proyectado a la coordinación y organización de su comunidad, además de que es activamente sexuada, el hombre es subordinado desde lo emocional llevándolo a presentar un temperamento más bien débil y susceptible. Así se ve la diferencia asumida por los sexos de esta comunidad. En resumen, la sociedad Tchambuli casi invierte los papeles sexuales de hombres y mujeres que, en nuestra cultura occidental, son considerados como naturales.
Así concluye la investigación de la autora en estas tres comunidades aparentemente tan distintas pero a la vez con características comunes, con diferencias en los temperamentos de los sexos, en la forma en que educan los niños y en la manera en que esto influye en cada uno de los integrantes de cada tribu, llevando a entender que los rasgos psicológicos o de temperamento como los llama la autora, dados por una sociedad a lo femenino y lo masculino no son únicamente producto de un aspecto biológico, sino que estos derivan de una determinada estructura cultural, asumiendo que en otras culturas estas diferencias estereotipadas, pueden no existir, presentarse de diferentes maneras y hasta incluso opuestas a lo que se creía.
Así, este -descubrimiento, basado en los resultados de una ardua y detallada investigación, tuvo gran influencia en los cambios de mentalidad que desde los sesenta permitieron que se dejara de encasillar al hombre a la mujer, dentro de determinado comportamiento estereotipado y se pudiera ir más allá reconociendo las diferencias de sexos sin que sea relacionado directamente con un rol sexual.
Muchas veces se suele creer que la única “verdad” es la que se conoce alrededor, la cultura occidental que se nos ha mostrado desde pequeños y bajo la cual se nos ha educado; solo hasta que alguien tan atrevida como Margaret Mead, en el buen sentido de la palabra, realiza una investigación bajo la cual nos muestra otras versiones, somos capaces de entender y creer que la diferencia existe y que esta puede ser tan amplia y distinta que nos costara trabajo entenderlo, pero que al final se puede relacionar tanto con el diario vivir de muchas personas, que se nos hará familiar.
Aunque Margaret Mead, en la introducción aclara que su intención no es “sexista ni marcar diferencias entre los sexos, es indudable que el texto escrito aporta datos al respecto, lo cual ha servido de base para el desarrollo de muchas teorías de genero, así como al desarrollo del psicoanálisis; contribuyendo también en las teorías pedagógicas y de la enseñanza.
Al finalizar la lectura, es posible identificar las diferencias y similitudes que posee cada sociedad primitiva investigada, cada cultura, cada tipo de educación, relacionando la influencia que estos hechos hayan podido tener sobre la demarcación estructural social, económica y psicológica sobre cada miembro de las comunidades estudiadas. Identificando así aquellos elementos que son elaboración social y aquellos que pueden ser biológicos, demarcando diferencias entre lo sexos.
El texto presenta un lenguaje ameno y familiar, para cualquier lector que este interesado en la antropología o en cultural general, pero especialmente puede ser útil para el profesional del área de ciencias sociales o humanas, que desea analizar la diversidad, relacionar estas diferencias con el hombre contemporáneo y tratar de entender el ahora. El momento histórico que vive cada comunidad y cada sociedad, demarca el espacio, el ambiente e igualmente el momento histórico que vive cada ser humano.
A modo personal, manifiesto que el texto me aporta elementos para visualizar la violencia desde un proceso cultural, engendrado desde la niñez, donde no es posible separar la educación y la cultura y la influencia que esto pueda tener sobre el comportamiento del adulto.
Para concluir considero que el texto es un gran aporte al trabajo social, dado que invita a reflexionar sobre la gran necesidad existente en esta profesión de integrar las teorías psicológicas, antropológicas y educacionales. Se convierte así, en un texto para ser leído por todo aquel trabajador social, que este dispuesto a analizar la profesión dentro de una contemporaneidad teniendo en cuenta investigaciones anteriores.
NIDIA AURORA NITOLA BETANCOURT
TRABAJADORA SOCIAL