Reseña: Marai Sandor. La Mujer Justa. Editorial Salamandra. Febrero de 2009. 415 páginas.
A los casi 89 años de edad, el autor Sandor Marai abandona su vida, dejando un gran legado a la literatura y a sus seguidores, a quienes les gusta sumergirse en otros mundos y otras vidas por medio de personajes que viven encarnados en algunos de sus tantos escritos; en otra época, en otro espacio, pero con quienes los lectores a través de la voz de este gran autor comparten en lo más profundo un mismo sentir.
En el 2005 se publica la primera edición de una de sus grandes obras “La Mujer Justa” con tal éxito que tan solo 4 años después es posible encontrar 18 ediciones más. En esta novela el autor lleva a que el lector entre en una historia de los años 40´s en Europa (Budapest), una historia de amor que cuenta la vida entrelazada de dos mujeres y un hombre; de quienes los rodearon, de quienes marcaron su cuerpo, su vida y su existencia; de su entorno, de las palabras dichas y las no dichas, de miradas, de momentos y espacios, de amor y desamor, de soledad, deseos inexplicables, pasión, pulsaciones y todos esos sentimientos que simplemente evidencian que se está vivo.
Marai, divide la novela en tres partes (monólogos), en el cual cada protagonista cuenta su versión de la historia y a la vez pone en evidencia su vida, deseos, sentimientos y sueños. Los tres relatos se complementan y aunque se presentan separados desde la voz de cada protagonista, el uno se entrelaza al otro como sus propios personajes y sus tortuosas y apasionadas relaciones. Cada diálogo ofrecido desde diferentes espacios y momentos permite al lector hacer parte de esta historia, conocer de cerca cada personaje, su carácter, su vida, sus pensamientos y hasta lo que ni el mismo personaje reconoce conscientemente de sí mismo.
Los protagonistas de la novela: Marika, Peter y Judit, están inmersos en una misma historia pero a la vez cada uno está marcado y atravesado por una historia que no es la suya sino la de quienes los rodearon. Introducidos desde antes de nacer en un contexto y en un medio social que nunca pidieron, en unos deseos e ideales ajenos a los suyos, ya adultos se hallan en lo no propio, tratando de encontrar la tan anhelada “felicidad”.
En cada relato el centro de la historia corre en torno a Peter y las relaciones que fundaron su destino. Este ingeniero, empresario hijo de Burgueses es por tanto un Burgues, un sujeto marcado por una clase social donde la elegancia, la educación y la cultura deben estar presentes en su vida y en sus decisiones. Peter desde antes de nacer hizo parte del discurso de sus padres, donde estaba destinado a reemplazar a su progenitor en el medio empresarial, social y de poder en el que se movilizaba. Sus padres le otorgaron atribuciones para ser parte de esta clase social y lo educaron para engendrarlas. Estas palabras que atravesaron la realidad simbólica de Peter, lo llevaron a determinar su vida de forma tortuosa y a estar en conflicto consigo mismo entre sus propios deseos y los de la red de relaciones que lo rodearon.
Bajo estos aspectos Peter toma decisiones que proceden de los otros, habla el lenguaje de su familia y no expresa el propio. Las reglas y límites en los que lo introdujo su padre y el miedo a perder un reconocimiento nunca buscado, le impidieron que en su juventud pudiese establecer una relación de deseos y pulsaciones nunca antes sentidas y despertadas por una bella y joven campesina llamada Judit, quien llego como criada a su casa, a ese mundo simbólico que la Burguesía establece, donde prevalecen las relaciones de clase y la imposibilidad para Peter de tener un acercamiento amoroso con una campesina, lo que en el fondo instituyó más este deseo.
Desde el momento en que sus vidas se cruzan, Peter y Judit inician una relación de lo no dicho, de miradas, de expresiones leídas desde lo que se siente y no desde la realidad de cada uno, de deseos insatisfechos, de espera, desesperanza y soledad, pero cada uno desde un espacio lejano al otro.
Judit, quien nació en un mundo de pobreza, proviene de una familia en la que paso épocas de hambre y penumbra pero no de infelicidad, pues aprendió a vivir y hacer de esta pobreza parte de su existencia, con la firme idea de que para salir de allí haría lo que estuviera a su alcance.
Cuando llega como empleada doméstica a casa de Peter y sus padres, se ve sumergida en un mundo impropio, un mundo lejano al suyo y donde a pesar del buen trato que le ofrecieron, se siente juzgada, desplazada, humillada y hasta hastiada de tanta rigidez. Los mayores sentimientos que la invadieron fueron el miedo y la inquietud, creando en ella insatisfacción ante su vida, pero siempre con la idea y el recuerdo presente de salir de la pobreza de la cual provenía. En medio de este mundo, aprende los modales y costumbres de los ricos y hasta intenta entender la forma de ser y de pensar de aquellos burgueses que la rodearon durante los años que permaneció a su servicio y durante los cuales espero a que Peter tomara la decisión de desposarla.
Peter sintiéndose incapaz de tomar dicha decisión por si solo pide a Judit que vaya donde su amigo de juventud, Lazar, para que como testigo de su vida, sus deseos y su inconformidad, lo guie hacia una decisión. Lazar para quien cada palabra tenía un significado único, no pronunció palabra alguna al respecto. Peter decide viajar y esperar que las fronteras y el tiempo le traigan paz. Al regresar se da cuenta que realmente nada ha cambiado, Judit sigue esperándole. Él, sintiéndose incapaz de contradecir el discurso que siempre lo rodeo y que debatió con sus propios deseos, decide casarse con Marika, una mujer que sin pertenecer directamente a la clase burguesa, su elegancia y proveniencia, le permiten ser más “justa” para un hombre de esta clase social, una dama, aprobada por las reglas del universo simbólico de Peter.
Marika, una mujer bella, educada en medio de valores conservadores que le permiten creer en el amor y en el matrimonio, pasa su vida conyugal luchando por mantener la armonía de su hogar, por lograr que Peter encuentre la paz y un sentido a su existencia, por dejar de sentir que vive con un extraño al que ama pero al que no conoce. Mientras a la vez lucha consigo misma por pertenecer a una clase media, por considerarse menos culta que su esposo a pesar de su disciplinada preparación en busca de la perfección. Para Marika, Peter es el hombre justo, ideal y caballeroso con que una mujer como ella puede soñar y amar desmedidamente, pero que sin embargo se convirtió en el hombre que la hizo sufrir por no amarla como ella creía que debía amarla, porque a pesar de darle todo, ella sentía que no le ofrecía nada, porque siempre vivió a su lado un divorcio anunciado y un vacio solo aceptado años después, cuando se entera que su relación estuvo cruzada por los recuerdos que Peter mantuvo presentes sobre Judit.
Contrastada por la resignación y el amor, Marika decide llevar a su esposo al cumplimiento de ese deseo incontrolable y lo entrega a brazos de Judit. Relación que solo después de muchos años de haberse deseado, puede consolidarse en un segundo matrimonio para Peter.
Luego de la separación de Marika, el significado simbólico de la muerte de su padre y el alejamiento parcial de la clase social que tanto lo marco, Peter decide buscar a Judit, quien había partido a Londres, convencida de que en algún momento regresaría al encuentro de Peter.
Convertida en una dama con modales y gustos sociales que llevan las expresiones de la clase burguesa, forjados por la amarga experiencia de estar inmersa en una clase social que no es la suya, Judit aparece nuevamente en la vida de Peter dispuesta hacer parte de su mundo y a dejar atrás el recuerdo de la pobreza. Inician un matrimonio en el que cada uno tiene su propio camino y en el que las esperanzas se convierten en decepciones.
Peter pensó encontrar en Judit el amor y la posibilidad de escapar de ese mundo en el que había sido incluido sin que se le hubiese preguntado, mientras Judit a la vez que sentía que lo amaba y lo odiaba, no logró ver a Peter como a un esposo, sino como al “señor” al que había que servirle y mientras lo atendió, consciente de que no era una verdadera rica, gozó del dinero de su esposo, se sacio, lo disfruto y hasta se acostumbro. Y con el vivo recuerdo de salir de la pobreza a costa de lo que fuera y con el alma ofendida decidió tomar de Peter su dinero para asegurar la comodidad en un futuro, para vengarse de la pobreza y hacer de un deseo inexplicable parte de una historia olvidada, en la que nuevamente la separación cobra vida.
Así, cada protagonista muestra la imposibilidad de un encuentro completo. Mientras permanecieron en el deseo de amar y ser amados, se hicieron fuertes, aprendieron a vivir en la esperanza y a gozar de una posible soledad que nunca quisieron pero en la que en el fondo siempre se sumergieron. Donde tal vez, la única compañía que sintieron real en algún momento de sus vidas fue la de Lazar, ese escritor que cuestionaba su existencia y la de los demás pero sin preguntar, sin juzgar y sin ir más allá de lo que su razón entrecruzada con sus instintos le permitieron, quien adentrándose en juegos escapaba de la cultura, del malestar, de las palabras, de una realidad que nunca pudo aceptar y que aunque trato no pudo entender. Ese ser que se convirtió en amigo y testigo de la vida de Peter, quien sin proponérselo fue confidente y guía de Marika y quien por casualidad estuvo presente y permaneció en el recuerdo que Judit tenía de Budapest y la guerra.
Para finalizar se puede decir que el autor Sandor Marai con esta obra literaria mientras logra que el lector se convierta en el oyente de cada personaje, que viva sus angustias, sus dolores, su amor, sus deseos y su soledad, por medio de frases casi poéticas y filosóficas, muestra el mundo en que puede ser sumergido un sujeto cuando el simbolismo de una clase social se cruza en su vida y en sus relaciones. Muestra la influencia que se tiene sobre el otro y a la vez lo influenciado que se puede estar por una familia, por una cultura, por lo interno y lo externo que está presente en todo momento de nuestras vidas y que marca nuestro camino muchas veces sin que lo percibamos en nuestro propio ser despertando en nosotros deseos y sentimientos inexplicables para los demás y hasta para nosotros mismos.
Nidia Nitola B
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